A propósito de los Grammy Latinos, y más allá quien gana o pierda y más bla bla bla, recojo aqui una reflexión que hizo el cantautor Fito Páez y se publicó en el diario argentino La Nación en noviembre del año pasado. Una reflexión que entiendo perfectamente en tiempos donde las imposiciones culturales se hacen de formas más disimuladas, asi que voy a trascribirlo tal como está teniendo en cuenta el blog donde extraigo la fuente.
Problemas en la batea de "rock latino"
Sábado 3 de noviembre de 2007
Por Fito Páez
Para LA NACION
Se pueden reconocer dos claras vertientes dentro de la música popular contemporánea del continente americano. Una de ellas tiene mayor visibilidad que la otra. Es que los Estados Unidos han terminado por encarnar la naturaleza humana: el poder, nunca tan claro y nada metafórico, se demuestra en la representación del triunfo público y hacia allí se dirigen todos los que desean el puesto número uno en el podio. Si te ves fuerte, serás fuerte. Si te lo proponés, lo podrás conseguir y serás un ganador; de lo contrario, no tenemos tiempo para vos, porque " time is money, baby ".
Dentro de la compleja red que hemos desarrollado como raza, la telaraña humana nos ubica en el centro de ese tejido como las principales víctimas. Nada nuevo traigo a colación al escribir algunas líneas sobre los horrores que conlleva la globalización sistematizada. Su objetivo es destruir las historias que dan origen a las especificidades. Y, en consecuencia, crear una sola economía, una sola cultura, una sola música, un nuevo gran dios: el dios Entretenimiento, que aprovecha la velocidad de las cosas y llena las arcas con el efecto del boleo que producimos cuando ponemos en funcionamiento el huracán que terminará por arrasarnos.
No digo que los gringos sean los malos y los demás seamos los buenos. Así, dejamos de señalar como un niño al otro que le ha robado los juguetes y repensamos qué hizo o hace que las cosas sean de esta manera. Porque dentro de la lógica de mercado, que acaba resultando la lógica humana, algunas cosas se pueden debatir. Primero, el significado de la palabra mercado.
"Al mercado a comprar papas", se decía en mi casa de la infancia. Del festival de Montreaux, en su edición del 94, lo primero que recuerdo es una mesa al aire libre a orillas de un lago donde la Warner presentaba en sociedad "La noche latina", de la cual yo formaba parte por ser uno de los artistas de esa compañía. Estaba haciendo una pausa en la grabación de Circo Beat , un álbum que intentaba ser un viaje por el Rosario de mi infancia, y tenía que ofrecer un punto de vista sobre todo aquello. Lo único que se me ocurrió decir fue que yo no tenía nada que ver con todo eso. Recuerdo frases del integrante de un grupo mexicano: "Europa está agotada y ahora venimos nosotros a darle una frescura ya perdida". Debe de haber sido una de las primeras y falsas escaladas de la industria musical americana, que ya pensaba en el crossover e intentaba imponer una música sin tradición en un lugar que no estaba para fumarse nada falso.
En plenos años 90 comenzó a sentirse el efecto de ese huracán. Pero mientras muchos de los hoy llamados consagrados artistas latinoamericanos solo pensaban en el éxito en los Estados Unidos, porque eso haría que los papis gringos los legitimaran, otras formas en cambio seguían su curso, sin atender a lo que supuestamente se debía hacer para tener aceptación en ese mercado. Claro, siempre hay algo que no se puede controlar, eso también es la naturaleza humana. Todo aquello que se sale de las líneas del control y, por diferentes, nos hace bien.
En este momento hay que reivindicar la historia moderna de la canción popular argentina, peruana, chilena, brasileña, venezolana, colombiana, mexicana. En fin... la historia de América. Y no dejarse bolear por los éxitos de lo que hoy integra la batea de "rock latino". No porque eso carezca de valor, sino para darle el valor que corresponde en el lugar que corresponde. La tradición aquí no tiene ningún contacto con ese otro mundo, al que no hay que demonizar, pero menos exaltar como una única verdad, como el propietario de las formas estéticas de la época. Todo puede convivir, pero desde la inteligencia. Lo único que no quiero es que me lleven a pensar que somos ellos o nosotros .
Todas las decisiones que se toman en aquellos ámbitos no se corresponden con la gran tradición de la inventiva americana. Tradición que por supuesto no hay que defender porque se defiende sola, a pesar del silencio al que la someten quienes, al ignorarla, intentan fundar otro discurso que aparenta tener pretensiones de vitalidad. Sin embargo, ese discurso se cocina en las entrañas de un país muy lejano a nosotros, con fórmulas de expresión y poderío mediático que violentan la nobleza de origen. Origen siempre incierto, como todos, pero preciso a la hora de la invención de una estética. La cocina de los grandes autores populares americanos debe ser revisada con precisión porque allí se encuentra lo más hermoso, la piedra fundamental desde donde fundar un futuro verdadero.
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Conclusión: No se puede crear una nueva música latinoamericana sin negar la tradicíon, y eso no va unicamente para el "rock latino", va para toda esa cosa que en los Estados Unidos llaman "música latina" y parece excluir a muchos...
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