viernes, 10 de mayo de 2013

RADIO Y ROCK




Desde hace unas semanas en Perú se ha reactivado la vieja demanda de los músicos por obtener un espacio en la radio en base la ley de la radio y la televisión ha comenzado un debate público en el país donde los músicos (en su mayoría rockeros) exigen que su música debe programarse más en vista a que existen muchas limitaciones en la parrilla musical mientras que los defensores de los medios de comunicación (de posiciones ultraliberales del mercado) han salido a decir que es un atentado contra la industria y la libertad de comunicación. Más allá de cualquier debate y polarizar posiciones; tenemos que hacer una pequeña reseña del papel de la radio en el "rock en español" y post-"rock en español". 

A partir del posicionamiento de las multinacionales a inicios de los 80's y su apuesta comercial por el "movimiento" del "rock en español", el "género" básicamente consistente en un principio en bandas de "new wave" y luego en las denominadas rock "de pachanga" empezaron a ingresar a la parrilla de las radios pop-rock, y en algunos casos hasta de radioestaciones de formato exclusivo (dependiendo el país, con mayor o menor fuerza). Del "rock al idioma" se pasó al "rock latino", y por supuesto, el chauvinismo reforzado del "rock nacional". 

Tras el fin de la "era dorada del rock en español" en 1997, la etiqueta se mantuvo por algunos años más (aunque con los sacrificios artísticos de algunas bandas por mantenerse en el gusto de las masas) hasta que disminuyó en forma considerable a mediados de los 2000's, no sin antes ocurrir un panorama muy variopinto de acuerdo al país que recae hasta el día de hoy.

En Argentina, donde a diferencia del resto de Latinoamérica -el rock en idioma castellano no local siempre tuvo un papel nimio en la parrilla de programación de las radioestaciones (exceptuando el boom uruguayo que ya va más de una década)- se mantuvo la programación del rock local de una manera considerable. Sin embargo, esto ha generado un problema y una discusión actual dentro de la escena/industria argentina, donde se critica que unas pocas bandas han terminado acaparando la parrilla de las radios de rock (promovidas por las filiales locales de las multinacionales en su gran mayoría), restando espacio a los nuevos talentos, que han ido creando sus propios espacios en los últimos años.

En Chile, donde también las programaciones de pop-rock local han ido disminuyendo (menos propuestas de la escena, mayor propuestas prefabricadas) en los últimos años, gozan por suerte de un número saludable de programas especializados. Asimismo la nuevo industria chilena (pensada desde el patrón independiente) ha reconocido el gran consumo de internet de su población (el tercero en Latinoamérica) y se ha volcado en las rutas que esta genera para focalizar a un público que ha respondido con gran sintonía en conciertos y festivales. Ello sin contar el apoyo Estatal más focalizado en auspiciar el proyecto musical mismo que su difusión masiva.

En Colombia y Venezuela, las radios de pop-rock se vieron modificadas por el fenómeno del "tropi-pop" así como el reggaeton que acaparó gran parte de la programación musical. Aunque el "rock local" nunca desapareció del todo en su frecuencia (En Colombia, Don Tetto se convirtió en una sensación, y en Venezuela, Caramelos de Cianuro ha continuando sonando fuertísimo durante más de 10 años), hay que hacer mención que el primero, el Estado ha apostado por Radiónica (una estación que ha canalizado muy bien a las propuestas de la escena colombiana -considerando la multiculturalidad de ese país- y se lleva bajo una política de radio comercial como lo hacen estaciones como la BBC Radio 4). En Venezuela, de otro lado, la ley que beneficia los contenidos locales también ha ayudado a generar cierta conciencia, y en algunos programas especializados se pueden oir hasta propuestas de otros lares de la región.

En México, la más grande industria de la música en español, también se alertó mucho sobre la caida de la industria de las multinacionales y cundía el pánico. En un esfuerzo del Estado Mexicano, desde el Instituto Mexicano de la Radio, se crea Reactor 105.7, una estación que también seguía una política comercial y ha sido el gran impulsador de un sinnúmero de propuestas musicales hasta la fecha, y pese a que sigue siendo única en su formato en la Ciudad de México (aunque la radio universitaria Ibero 90.5 ha seguido sus pasos en los últimos años) se ha convertido en una de las estaciones más oídas. Asimismo a los grandes promotes culturales de la ciudad que al capitalizar una industria en crecimiento se le han ido juntando marcas y otros comerciantes que han terminado por crear el aparto indie más próspero de América Latina (donde también se han beneficiado muchos actos de otros lares) y que le ha terminado por dar una segunda vida a un festival impactante como el Vive Latino. La propia gente de Reactor 105.7 ha rechazado la etiqueta de estación de rock (se llaman de todas las alternativas porque también pasan electrónico, hip hop, reggae, etc), aunque sus críticos -aun con todos los espacios abiertos- consideran que es limitadísimo para toda la gran escena de la ciudad que abarca la ciudad más poblada de las Américas.

Visto los ejemplos, no hay duda que el Estado tiene un papel fundamental allí (y eso sin contar el apoyo indirecto del Estado español a proyectos como Zona de Obras o del Estado brasileño al gran proyecto pan-iberoamericano Senhor F). Y sin un plan de ponernos a dar lecciones recogemos lo que inteligentemente dice el periodista Marco Sifuentes: "Por supuesto que el Estado tiene que incentivar las industrias culturales. Pero incentivar no significa regalarle plata o espacios a quienes tengan la capacidad de hacer lobby.(..) El Estado debe incentivar la creación de industrias, no de una sola, y fortalecer los mercados culturales, todos, utilizando objetivos concretos e indicadores medibles en vez de soluciones fáciles y cortoplacistas, como las cuotas. Ése es el debate que deberíamos tener. En vez del discutible criterio de una argollita de jurados que pretenden determinar gustos y colores, hay que analizar criterios financieros y sostenibilidad comercial. Apuntar a una industria suficientemente sólida para que sea ella la que sostenga las expresiones artísticas."

No soy un músico que quiero que mi banda suena en la radio, soy un consumidor que quiero tener un abánico más grande de poder oír, que deseo oír las cosas más significativas de lo que una escena pueda proporcionar. No se trata de rock, sino de música contemporanea creada desde las escenas. Las fórmulas existen, solo se necesita de la gente con pantalones en los cargos dispuestos a saber aplicarlos. Dejen de mirarse el ombligo, los ejemplos están. Probablemente una iniciativa del Estado para una radio comercial de amplitud enfocado en lo que sucede en la escena sea lo mejor. Y eso no es mendigar, es una necesidad. Y de paso..olviden el chauvinismo!

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