lunes, 17 de agosto de 2009

BARRANQUILLA: UNA VISIÓN DEL MICHE ROCK FESTIVAL 2009.

El Miche Rock Festival es ya una tradición de mitad de año en la ciudad de Barranquilla, en la costa Caribe colombiana. Una ciudad que conoce más de Vallenato, Cumbia y Reggaetón que de Rock y sus derivados. El festival está siendo gestionado y patrocinado por empresas que ven potenciales clientes en los asistentes que no pagan un solo peso para disfrutar de, digamos, bandas locales, nacionales e internacionales. El principal promotor del festival es la tienda de instrumentos Miche que desde 1999 ha venido promoviendo la cultura rock mediante un pequeño juego mediático que beneficia a ambas partes. Del festival han salido buenas bandas y han pasado pena muchas otras, Colectro y Rebolo y navajas han salido bien librados gracias a una propuesta que sin ser innovadora resulta interesante para la insípida movida “rockera” de una ciudad netamente folklórica y popular.

Es difícil imaginar como un festival de Rock como este, ha sabido mantenerse en la escena cultural de la ciudad con tantas cosas en su contra. De pronto lo que voy a seguir escribiendo puede sonar destructivo y sin ánimos de ser constructivo, pero es todo lo contrario. Barranquilla no es Bogotá o Medellín, ni en tamaño, ni en número de habitantes, por lo tanto acá la oferta cultural es mucho más reducida que en las ciudades del centro del país, obviamente, esto nos lleva a la falta de una concepción clara de lo que es rock para el festival, hecho que se ve reflejado en las bandas que siendo tan diversas compiten por el reconocimiento de un público que sabe lo que quiere y asiste solo por la banda que puede dárselo, esto no difiere mucho de cualquier otro festival, la diferencia reside en la programación y en el orden de los factores que termina siendo determinante para que el producto sea el deseado. Para volver al punto, los detractores de actos tan bochornosos como el consumo de drogas, alcohol y uno que otro acto violento, más conocido como Pogo, no se hacen esperar, o simplemente viven como fantasmas que suprimen la “libertad” en las cabezas de los adolescentes y jóvenes adultos que asisten a los recitales. Cualquier acto que resulte extraño a los ojos de las personas, termina siendo criticado, mas en una ciudad como Barranquilla, lo que si ha de saberse es que esto nunca ha sido impedimento para la asistencia masiva de público diverso y necesitado de espacios de “recreación”.

El público que asiste al Miche se ha ido cambiando con el pasar del tiempo. Con el auge de la cultura “rock” promovida por Mtv, muchos jóvenes en edad de escuela se ha integrado al publico que antes era más adulto o de jóvenes universitarios, se puede hablar de un relevo, una sucesión en el poder, personalmente siempre he pensado que el ciclo continua y que todos hacemos parte de él, por lo tanto no es malo que nuevas caras se integren a ningún movimiento. Lo que sí es perjudicial, es el poco conocimiento o bagaje musical que tienen estos niños sobre la música rock y el prisma multicolor y multirítmico que de este se deriva. En parte no es tan malo, al fin y al cabo nadie nace sabiendo, y la experiencia forja las bases y los peldaños para un mejor entendimiento de cualquier disciplina o interés, lo que sí puedo poner en duda es que este festival sea una buena fuente de experiencias enriquecedoras.

A esto se suma una problemática social que afecta a todos los artistas; de la música no se puede vivir, del Rock, menos. En Barranquilla hay pocas bandas de Rock, primero, la mayoría se encarga solo de una rama este género, el cual goza del gusto de la masa. Segundo, muy pocas bandas proponen y muy pocas bandas evolucionan, se mantienen, o siguen con el mismo nombre o formación. Como este festival es integrador, y se ha vuelto obviamente el más grande del genero en la costa (Barranquilla es la ciudad mas desarrollada del norte del país), bandas de otras ciudades vienen a presentarse para compartir su propuesta con un público que poco escucha y Pogea mas. Incluso han llegado grupos del interior de país o de Venezuela, como fue el caso de Skin en 2008.

En el Miche hay un jurado, claro, hombres con gran bagaje y conocedores del Rock, que se encargan de escoger entre un montón de basura ruidosa y desordenada, las bandas que se destacan y que pueden crearse un espacio en la difícil empresa de la música en Colombia, país que al igual que Barranquilla es mas amigo de los sonidos pop, vallenateros, reguetoneros, technocarrileros y tantos otros eros menos ese del cual se ha hablado tanto en esta entrega.

Con este panorama, nada alentador, uno podría pensar que el festival tiene muchos enemigos que impiden su desempeño y que le restan importancia ante otros eventos culturales como el Carnaval o las fiestas populares de los barrios cada fin de semana. En mi muy humilde pero mordaz opinión, los principales enemigos de festivales regionales como este vienen de su organización y no de simples factores externos que en lugar de ser un obstáculo pueden convertirse en grandes oportunidades.

Hasta la fecha se han llevado a cabo tres de las cuatro validas donde varios grupos han dado lo mejor de ellos para ganar reconocimiento y los quince minutos de fama que Warhol prometió. La primera fue grandiosamente arruinada por un audio espantoso que asustó incluso a las bandas que vinieron desde Bogotá para regalarle su Rock al estilo Indie-anglosajón que muy pocos entienden en ciudades tan pequeñas como la mía. Aunque Pornomotora hizo una grandiosa presentación gracias en parte a su ingeniero de sonido. La segunda valida vio mucha más luz, un sonido bueno para una asistencia no tan masiva; hay que explicar que el festival se realiza en diferentes localidades o sectores de la ciudad, el primero fue en la zona central y el segundo en el sur. Un homenaje a Michael Jackson cerró una noche decorosa donde los gustos de la gente se vieron truncados, por decirlo de alguna manera, pues el reggae, el folklore, el rock pop, incluso un punk suave se tomó la tarima, dejando a la gran mayoría metalera lejos de una fiesta que al final demostró que los “rockeros” de la ciudad bailan hasta el padre nuestro. El momento cumbre, el mencionado homenaje, en mi causó risas y admiración hacia el cantante que era una gran imitador tanto de la voz como de los pasos del rey del Pop, pero en la muchedumbre gozosa, elevó los ánimos al punto de pedir Thriller hasta el cansancio (la canción no fue tocada).

Y la vergüenza total volvió a ceñirse en la última de las tres validas. Una banda de metal se bajó del escenario diciendo obviamente “hijueputas” a los organizadores por tan mal sonido que los dejó sin audio durante el momento más prendido de las tres canciones que por regla pueden tocar (incluyendo un cover) lo mismo casi pasa a un grupo “veneco-americano” (por su frontman que comenzó a hablar en inglés al terminar su primera canción y luego, cuando el audio se les fue, comenzó con su acento zolano a calmar a la gente que terminó bailando, muy a su manera el reggae simplón de la banda). El presentador totalmente drogado no paraba de decir estupideces que el publico repudiaba con un: “es marica, es marica”, ¡lo que hace la droga!, ojala algún día le muestren un video del oso que hace al decir lo que dice en ese estado.

Con el eslogan de “ellos (refiriéndose a los del centro del país) dicen que acá no hay Rock” los animadores del Miche intentan enardecer a un público que es poco optimista y que en su lugar prefiere pasar un buen rato, tomarse algunas fotos para Facebook o simplemente escaparse del yugo o el tedio del hogar para conversar o mamar gallo (pasar el rato) con sus amigos.

¿En diez años, qué ha hecho el Miche por el Rock en la ciudad? creo que no puedo dar esa respuesta esta vez, pero he de advertir que en diez años el festival ha ido desmejorando y mostrando fallas que son fáciles de corregir con un poco de autosuficiencia. La oferta que el festival promueve, confunde y aturde a los asistentes, en un rato es Punk, después Hard rock luego Metal, Fusión, Hardcore, Trip hop o Reggae; y se vanaglorian de una convivencia que es verídica pero que radica, no en el espíritu conciliador del festival sino, en el penoso hecho de que no hay mas propuestas de este tipo para los jóvenes de la ciudad.

Cuarenta años desde aquel Woodstock, recordado por varios dueños del micrófono esa noche de sábado, para animar a un público que poco conoce de historia del rock y que penosamente se interesa poco por la música más que por un ritmo que los haga olvidar de sus problemas. Y todo esto es valedero, soy un tonto por criticar de forma tan insensata y desagradecida este festival que mal que bien ha dado buenas cosas a los que como yo, no tienen conciertos a donde ir, además es gratis y a caballo regalado... Pero en diez años ¿no se pudo hacer algo mejor? No me gusta la autocompasión y mucho menos la forma tan vulgar como se vende y como se acepta un concepto de Rock que aun no es claro en una ciudad intermedia como Barranquilla.

Ahora se viene el último concierto de este año. Tendrá como invitados de honor a la grandiosa y maravillosa banda emblema del Rock nacional, Aterciopelados (según el locutor drogado del cual hablé hace un rato), ojala que Andrea, Héctor y su combo no se lleven un mal sabor de boca cuando en medio de Bolero falaz se les vaya el audio y terminen cagados de risa.